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Mostrando entradas de enero, 2020

INTERROGANTES

¿Dónde viven los sueños que ya no recuerdo el ayer soñado? ¿Dónde quedan las reminiscencias de lo vivido y lo imaginado? ¿Dónde las ilusiones que no se alcanzaron? ¿Dónde reposa el llanto que liberó el desasosiego? ¿En qué lugar del tiempo y el espacio permanecen los recuerdos olvidados? ¿Dónde pervive la magia del amor eterno? ¿Dónde se esconde la sonrisa que no fue sincera? ¿Dónde sucumben las ansias de amar y ser amada? ¿Dónde fluye el viento en la mirada enamorada? ¿Dónde se perdieron las pasiones que motivara a los amantes? ¿En qué lugar de la memoria quedó grabada tu imagen? ¿Dónde permanece el refugio que siempre hallé en tu mirada? ¿Dónde mueren los días y comienzan las batallas? ¿Dónde se perdió la luz que daba brillo a la esperanza? ¿Dónde morirá el amor que nunca germinó? ¿Dónde se desvanece  el dolor y el suplicio se acaba? ¿Dónde, en las múltiples formas en las que nos transformamos,

LA EXTRAÑA PASAJERA

Con un poco de retraso sale de la estación este relato que escribí para participar en el concurso Extraños en un tren del blog de David Rubio, El Tintero de Oro. Por defectos de fabricación tuve que dejarlo estacionado para que el servicio especial de mantenimiento hiciera las revisiones oportunas. Reparados los defectos aquí os dejo con este relato con el que me estreno en este género mezcla de intriga, misterio y un toque sobrenatural. Gracias queridas amigas Estrella Amaranto y Mila Gómez por vuestra ayuda. Era media tarde de un día cualquiera, en una población como otras muchas, donde las sombras de la noche ya empezaban a pronunciarse y el cielo mostraba sus tonos crepusculares dejando atrás los débiles rayos de sol que caían con desgana sobre la despoblada estación de tren de aquel lugar. El otoño se iba abriendo paso dejando su huella en el paisaje de montaña con las inconfundibles tonalidades de la estación otoñal. El fuerte viento que sopló durante el día

DE REGRESO

Estaba exhausta, no sabía cuánto tiempo llevaba caminando, se le antojaba que habían transcurrido años desde que saliera de aquel lugar de tinieblas en busca de la luz. Su noción del tiempo desapareció en el momento en que atravesó la muralla del pasado e inició el camino de regreso. Se sentía abatida, no conseguía reconocer nada de lo que la rodeaba, sus recuerdos estaban envueltos en frágiles cristales que podían descomponerse en cualquier momento. La cabeza le daba vueltas y más vueltas, el vértigo se le instaló en el estómago y tuvo que detenerse a vomitar memoria y tiempo. Se sentó bajo la copa de un gigantesco árbol y quedó absorta contemplando la belleza del manantial de cristalina agua que surgió de entre la nada. Se contagió del alegre alboroto con que las aguas caían formando un arroyo de espuma plateada. Quedó como hipnotizada, mirando fijamente aquella cascada y se visualizó deslizándose  por ella como si de un tobogán se tratara. La sensación de mece