Nos dijeron que debíamos ser lo mejor del repertorio en la gran obra de la vida, nos enseñaron a ser las mejores madres, las hijas perfectas, las hermanas amables, las fieles esposas, amantes sumidas de sonrisa abierta. Nos enseñaron a darnos a los demás, a quedarnos sin aliento por satisfacer las necesidades familiares a jornada completa. Aprendimos a ser para los demás olvidando ser para nosotras mismas, aprendimos a ser la versión solicitada en cada circunstancia adquiriendo múltiples identidades olvidando en ellas la auténtica. Abandonamos, en muchos casos, nuestros deseos en pos de los deseos ajenos, comprendimos con el tiempo cuánto nos habíamos volcado en los demás relegando a otro plano darnos el amor que a nosotras mismas nos debemos. Muchos sueños se perdieron en la noche y la desazón se incrustó en el alma creando un vacío insostenible al contemplar la realidad en la que vivimos sumidas. Ante la abrumadora realidad nos toca aprender a tomar conciencia y a vernos como prior
Silenciosa el alma se expresa iniciando el camino hacia la liberación, deja atrás los tupidos velos que recubren el cuerpo de falsas realidades, exprimiendo el jugo de las heridas abiertas hasta sanarlas. Rezuma de claridad al desconectarse de las apariencias mentales. La claridad es tan manifiesta que por un momento enturbia la visión. El tiempo de ceguera concluyó precipitando los acontecimientos de un modo tan sutil que es casi imperceptible el cambio. El alma sabe y acepta sin dudar la verdad que está experimentando. Silenciosa el alma se expresa y sin prisa espera el momento en que la luz se imponga a la oscuridad y se dé a conocer la autenticidad del ser. El amor siempre estuvo en el mismo lugar coexistiendo al mismo tiempo en el templo sagrado en el que confluyen miles de emociones encontradas, latiendo al unísono, aceptando su existencia, reconociéndose en cada una de las múltiples formas que adopta la materia. Silenciosa el alma se expresa y en cada avance se crece y se sient