Encendí una hoguera con el propósito de sanear mi morada y que todo lo insano ardiera en el fuego, todo lo que no quería seguir soportando, todo lo que al corazón comprimía, todo inútil desvelo. En un ritual de purificación lancé al fuego todas las partes dañinas que por tantos tiempos aún conservaba. Deposité en la hoguera nostalgias y furias, rencores y culpas, temores y miedos, demonios que irrumpían en mis sueños soliviantando el alma, entorpeciendo el movimiento, esclavizando el cuerpo, quebrando las alas impidiendo el vuelo. En las fauces de la hoguera arrojé cicatrices de mucha contiendas libradas, espinas que laceraron mi cuerpo y en el alma quedaron clavadas. El fuego iba devorando cada pedazo de pasado que vivía hacinado en un cajón de la memoria eterna. En el crepitar de las llamas el humo se alzaba diluyendo las cenizas purificando el espacio, sanando las heridas, aliviando el alma del excesivo peso. En un ritual danzaba el fuego, en el lánguido crepitar ...
Letras que discurren por un mar a veces calmo a veces tempestuoso por el que fluyen sentimientos y emociones que navegan al son en que late el corazón durante el temporal y la calma.