En el último momento se arrepintió y dejó escapar el tren, el miedo se apoderó de su cuerpo y empezó a temblar como una hoja a punto de caer del árbol. Sabía que no volvería a presentarse la ocasión de escapar de la cárcel en la que se mantenía presa pero el miedo fue más fuerte que la necesidad de huir.
Se sentó en el banco de la estación para recobrar el aliento, sus ojos comenzaron a humedecerse y no tardaron en rodar a raudales por sus mejillas gruesa lágrimas de amargo sabor a frustración y a desesperanza. Era incapaz de levantarse de aquel banco, ni siquiera se había parado a mirar a su alrededor por si había alguien por allí observando su estallido, tampoco le importaba demasiado después de haber dejado marchar aquel tren con el que había dejado escapar la oportunidad de ser libre.
No coordinaba bien del todo sus pensamientos, era tal la confusión y el caos creado en un momento que su razonamiento era confuso. Sabía que necesitaba escapar, huir, pero a ciencia cierta no sabía exactamente hacia dónde ir. Quizá había dramatizado bastante la situación o quizá quería convencerse a sí misma de que no era para tanto y que podría seguir viviendo de aquella manera. Pensó que lo mejor sería volver sobre sus pasos y dejar las decisiones para otro momento en el que su mente estuviera más centrada.
Sentía en su corazón una terrible punzada al pensar en la vuelta pero no podía hacer otra cosa, ella se había casado perdidamente enamorada de aquel hombre que le juró amor eterno y al que ella al mismo tiempo le juró amor y fidelidad de por vida...no entendía muy bien qué es lo que había pasado durante esos diez años en los que habían formado una familia y un hogar, un hogar lleno de amarguras y tormentos de los que había perdido la consciencia del momento exacto en que dieran comienzo.
No dejaba de pensar y buscar la parte buena de toda la historia y en ella encontraba a sus hijos, esa fue la mejor parte, aunque el energúmeno que tenía por marido lo estropeara siempre...No quería pensar, mañana será otro día se decía.
Abandonó la estación abatida y sin fuerzas pero por muchos golpes que su marido le diera no podía abandonar a su suerte a sus pequeños. Sí, mañana será otro día...hoy el tren ya partió. El próximo tren no lo dejaría marchar sin ella y sus pequeños se juró a sí misma.
Al hacer el juramento había recuperado la determinación que le faltó y ese pensamiento de poder volar en libertad llevando con ella lo que le importaba más que su propia vida llenó su alma y su corazón de coraje y valor para hacer frente a la situación y conseguir los recursos necesarios para llevar a cabo su juramento.
Imagen de la red
Se sentó en el banco de la estación para recobrar el aliento, sus ojos comenzaron a humedecerse y no tardaron en rodar a raudales por sus mejillas gruesa lágrimas de amargo sabor a frustración y a desesperanza. Era incapaz de levantarse de aquel banco, ni siquiera se había parado a mirar a su alrededor por si había alguien por allí observando su estallido, tampoco le importaba demasiado después de haber dejado marchar aquel tren con el que había dejado escapar la oportunidad de ser libre.
No coordinaba bien del todo sus pensamientos, era tal la confusión y el caos creado en un momento que su razonamiento era confuso. Sabía que necesitaba escapar, huir, pero a ciencia cierta no sabía exactamente hacia dónde ir. Quizá había dramatizado bastante la situación o quizá quería convencerse a sí misma de que no era para tanto y que podría seguir viviendo de aquella manera. Pensó que lo mejor sería volver sobre sus pasos y dejar las decisiones para otro momento en el que su mente estuviera más centrada.
Sentía en su corazón una terrible punzada al pensar en la vuelta pero no podía hacer otra cosa, ella se había casado perdidamente enamorada de aquel hombre que le juró amor eterno y al que ella al mismo tiempo le juró amor y fidelidad de por vida...no entendía muy bien qué es lo que había pasado durante esos diez años en los que habían formado una familia y un hogar, un hogar lleno de amarguras y tormentos de los que había perdido la consciencia del momento exacto en que dieran comienzo.
No dejaba de pensar y buscar la parte buena de toda la historia y en ella encontraba a sus hijos, esa fue la mejor parte, aunque el energúmeno que tenía por marido lo estropeara siempre...No quería pensar, mañana será otro día se decía.
Abandonó la estación abatida y sin fuerzas pero por muchos golpes que su marido le diera no podía abandonar a su suerte a sus pequeños. Sí, mañana será otro día...hoy el tren ya partió. El próximo tren no lo dejaría marchar sin ella y sus pequeños se juró a sí misma.
Al hacer el juramento había recuperado la determinación que le faltó y ese pensamiento de poder volar en libertad llevando con ella lo que le importaba más que su propia vida llenó su alma y su corazón de coraje y valor para hacer frente a la situación y conseguir los recursos necesarios para llevar a cabo su juramento.
Imagen de la red
Excelente historia Marina, es bueno tener claro toda acción para estar atentos y con el coraje suficiente para no dejar escapar el próximo tren.Muy bella Historia.
ResponderEliminarFeliz noche. Un abrazo
Hay veces en que las decisiones aún teniendo claro lo que hay que hacer son difíciles de tomar sobre todo cuando hay criatura por medio. Ese tren puede que se deje marchar a la espera de coger otro llevando todo lo importante.
EliminarMuchas gracias Carmen, me alegra que te haya gustado.
Besos y abrazos todos querida amiga.
Cuando hay una criatura por medio, el primer pensamiento es esa criatura,los primeros antes de tomar una decisión. Así debe ser.
ResponderEliminarFeliz domingo Marina.
Un beso
Pues sí, Carmen, en los hijos es en lo primero que se piensa...
EliminarQue tengas un muy bonito comienzo de semana querida amiga.
Besos y abrazos todos, guapísima.