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LA MEMORIA DEL ALMA III

 







Me conmueve enormemente estar a tu lado, sentirte tan cerca a pesar del océano de desconocidas aguas por el que constantemente navegas. Me conmueve tanto ver cómo tus ojos se iluminan cuando me llevas a tu mundo y juntas viajamos a tus más lejanos recuerdos. El vacío temporal de memoria reciente dejó en estado amnésico la historia de este tiempo presente y, es ahora, en este momento en que la memoria del alma despierta y se expresa, la que no olvida y emerge para recordarte lo que somos, dos seres de una misma parte, dos hojas de la misma rama, árbol y raíz, soy una extensión de ti, reflejo de tu espejo donde nuestras almas se miran en un reconocimiento eterno.

No identificas en tu caos mental lo que sí percibe tu alma, unidas nos mantenemos, fuertemente engarzadas por un lazo invisible más profundo que la unión terrenal que se da entre hija y madre. Nuestras almas están conectadas por un mismo hilo, somos eslabones encadenados a la red que conforma el entramado universal.

Nunca sentí una conexión tan grande entre las dos como la que experimento hoy a pesar de la ausencia de recuerdos en los que, camino a Casa navegas. ¿Sabes? No me importa que en tu confusa mente no me reconozca, soy consciente que forma parte del proceso de vida en el que en estos momentos te hallas. Lo que realmente importa es lo que prevalece por encima de todo, lo que nunca se perdió en manos del tiempo, la memoria del alma queda intacta, en ella queda la impronta de lo que realmente somos y el amor infinito que nos conecta.

Me duele tu sentimiento de soledad, me duele ver que donde estás no entiendan lo que te atormenta, me duele saber que sufres, me duele que no comprendan que vives sumergida en un mundo que no entiendes. Me duelen tus horas de llanto, me duele el terror nocturno que se apodera de tu sueño, me duele que grites y no encuentres consuelo, me duele el sufrimiento que la desorientación te provoca y se refleja en tu mirada. Me dueles madre y ese dolor acrecienta en mí la necesidad de abrazarte, de acunarte y llenar tu rostro de besos hasta apaciguar tus miedos y devolverte la calma, de decirte lo bonita que eres, de hablarte de mis sentimientos y decirte, madre, lo mucho que te quiero y lo mucho que te he querido siempre.

Toma sin miedo mi mano, contigo permaneceré hasta que tu cuerpo se rinda y tu alma se eleve hacia el lugar de origen al que perteneces. Mi luz te envío constantemente para iluminar tus horas, para que tus ojos sin temor se cierren y de paz el sueño te envuelva.




Imagen de la red





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