Mis miedos,
que viven en mí,
que por más que los ahuyente,
sin permiso previo,
se hacen dueños
de mi voluntad.
Que buscan alimento
en motivos sin fundamento.
Que me roban la vida
y la convierten en un infierno.
Miedos que no se ven,
terrores infundados,
criaturas fantasmales
de pesadillas incesantes.
Atemporales,
sin horario,
noche y día
vienen a buscarme.
Ahí están,
paralizantes,
abrumadores.
Invisibles
al ojo ajeno,
destructores de mentes
para quien los padece.
Conquistar el miedo
es una cruenta batalla.
Nace en el interior,
se arraiga en el pensamiento
sin una posible causa.
Se adueña de mi ser
se adhiere a mi carne
que se duele
sin palabras.
Miedo a respirar.
Miedo a no vivir.
Miedo a sucumbir y morir.
Miedo a no poder llorar.
Miedo a negarme a olvidar.
Miedo a no poder amar
Miedo a no perdonar.
Miedo a no saber pedir perdón.
Miedo a mirar la luz del sol.
Miedo a no escuchar tu voz.
Miedo a quedarme sin palabras.
Miedo a la enfermedad
Miedo a no poder terminar.
Miedo a perder la esperanza.
Miedo a no significar.
Miedo a excusarme en el miedo.
Miedo a vivir sin amor
porque me negué a amar
por miedo
a que me dañaran.
Imagen de la red
De todos los miedos, el que más daña es el de negarte a amar, ése sí que te detiene, te paraliza el alma querida Marina.
ResponderEliminarTu sensibilidad se ha manifestado en esta belleza, pero hay que liberar los miedos para que dejen vivir.
Un abrazo.
Feliz fin de semana.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarGracias por tus palabras Viviana, tienes toda la razón los miedos esclavizan y nos impiden avanzar. De alguna manera al escribir sobre ellos se van liberando. Feliz fin de semana. Besos y abrazos.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSe me da muy bien el poema, amiga. Un tema recurrente en nuestra actualidad —del que mucho prefieren no hablar.
ResponderEliminarDe placer la lectura.
Beso